El lema del DOMUND para este año es "DOMUND CAMBIA EL MUNDO".
¡Sí!, los misioneros allí donde estamos cambiamos el mundo. Un cambio que no hace ruido, pero que es real. Y para muestra aquí os presentamos un proyecto desde Etiopia, que resume muy bien el lema de este año.
Nuestro pequeño proyecto “NIGAT” (en amárico quiere decir “Amanecer”),
forma parte de uno más grande y articulado del que son responsables los
salesianos de D. Bosco y que llevan adelante un grupo de voluntarios italianos
del grupo “Amici del Sidamo”. Quiere ser algo paralelo a los muchos proyectos
que ellos llevan adelante en diversas partes del mundo con los chicos de la
calle. Solo que este va dirigido a chicas y éstas, en su totalidad, son jóvenes
madres abandonadas con niños muy pequeños.
Muchas chicas jóvenes, ¡y muy jóvenes! dejan sus familias en
el interior del país y vienen a la ciudad en busca de mejores condiciones de
vida. Muchas intentan emigrar a los países del Golfo, entrando en una red
interminable de abusos que todos conocemos con el nombre más o menos genérico
de trata. Abusos y vejaciones de todo tipo, empezando por los que se ofrecen a
ayudarlas a preparar los documentos y afrontar los viajes. Si consiguen salir
del país muy a menudo vuelven traumatizadas por lo que han vivido. Generalmente
son expulsadas, después incluso de pasar por la cárcel.
Las que no consiguen salir del país buscan trabajo doméstico
en la ciudad, muy a menudo en familias que pueden ser hasta parientes y conocidas.
Pero la ciudad es cruel y con mucha frecuencia en los ámbitos de trabajo,
familias, etc., usan y abusan de ellas sin ningún reparo. Ante embarazos,
seguramente no deseados, la única solución que les ofrecen es abortar, o bien
las echan a la calle, literalmente “con lo puesto” y con un niño que nacerá de un momento a otro, o que ha apenas
nacido. Se encuentran en la calle y sin tener dónde dirigirse.
Cuando llegan a nuestro centro, muchas de estas chicas están
aún traumatizadas por el parto y por el antes y el después del mismo: antes por
verse echadas en la calle en momentos tan delicados por las mismas personas que
hasta ese momento decían quererlas, y después por encontrarse con un niño en
los brazos, que no saben cómo manejar, pero que les va a condicionar toda la
vida a partir de este momento.
Acogemos a estas chicas en nuestro pequeño “refugio” desde
que el niño nace hasta que tiene 3 o 4 meses, momento en el que pasan al centro
para empezar un programa de formación, con cursos concretos según las
posibilidades de cada una. Se pretende darles algún instrumento y capacitarlas
de alguna manera para que puedan reinsertarse de nuevo en la sociedad, ellas y
sus niños.
Estas mujeres tienen sentimientos encontrados y a veces
contradictorios (de amor y odio) hacia sus hijos. Uno de nuestros objetivos es
que en el tiempo que están aquí y viendo los niños crecer, se vayan
reconciliando y encariñando con ellos. Es un momento en el que no tienen otras
preocupaciones porque se les proporciona todo lo que necesitan, tanto a ellas
como a sus bebés. Trabajamos con ellas para que puedan aprender a quererlos y a
cuidarlos. Poco a poco se van haciendo a la idea de que tienen un hijo y que
depende totalmente de ellas.
Se les estimula para que aprendan y haga pequeños trabajos
manuales para ellas y para los niños, e incluso pequeños trabajos de artesanía
que pueden vender y ayudarse así a vivir. Se intenta que aprendan a aprovechar
el tiempo que a veces no saben cómo hacer.
Cuando tienen que dejar nuestra casa están nerviosas, pero
tienen el aliciente y la perspectiva de tener por delante un año más o menos en
el que se les proporciona alojamiento, formación y todo lo necesario para que
puedan después afrontar la reinserción en la sociedad. Ellas saben cuánto es
hostil el mundo que las espera a ellas y a sus niños. En el tiempo que
permanecen en el centro los trabajadores sociales tratan de ponerlas en
contactos con sus familias, averiguar quiénes tienen y las posibilidades de una
eventual vuelta al lugar de origen. Parecería la mejor solución, pero a veces
olvidamos que salieron empujadas por las necesidades y la situación que dejaron
no ha cambiado tanto. Hay que contar con que ahora tienen un hijo y a veces las
familias las rechazan por este hecho. Se trata de hacer también un trabajo
serio de reconciliación, según los caso, a veces con muy buenos resultados y
otras no.
Esperamos y confiamos en que este pequeño programa pueda
ayudarlos a afrontar con más serenidad los muchos desafíos que las esperan.
Purificación
Muñoz
ETIOPIA
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