Los primeros “culpables” de mi vocación, después
de Dios, claro, fueron mis padres, que me transmitieron la fe con mucho cariño
y empeño desde pequeña.
Mi familia pertenece al Camino Neocatecumenal y fue en
el seno de este Camino en que fui descubriendo la riqueza de compartir la fe
con una comunidad creyente, me fui acercando a la Palabra de Dios y aprendí a
ir aplicándola a mi propia vida.
Todo me fue llevando a preguntarme qué quería
Dios de mí, pero no fue hasta que conocí a las Misioneras Combonianas, a la
edad de 18 años, que no supe lo que era la vocación misionera. Con ellas
comencé a participar de los encuentros de jóvenes con la motivación de realizar
una experiencia en misión en África.

Esa experiencia fue un antes y un después en mi
vida, pues me decidí a volver algún día, pero ya como profesional; descubrí la
gratuidad con la que vive la gente sencilla y cómo ven a Dios con ellos en
medio de sus dificultades. La fe de estas personas que encontré en Mozambique
también me interpeló mucho.


A mis padres les planteé que quería entrar al
postulantado alrededor del final del curso 2015, después de mi primer año
trabajando como enfermera y tras un largo recorrido de discernimiento (2 años).
La reacción de mi padre fue de gran alegría: “¡Por fin decides algo!” y es que
ellos sabían que tenía esta inquietud pero no acababa de lanzarme por ninguna
opción. La reacción de mi madre, en cambio, fue de incredulidad: “Pronto
cambiarás de idea.”
Cada día me siento más enamorada de Jesús y de la
misión que me encomienda: Ser portadora del amor que Él me dio gratuitamente.
¿Puede haber una ocupación mejor en la vida? Para mí no. Así que sigo
conociéndole mejor y tratando de acoger lo que venga día a día como lo mejor
que Él tiene preparado para mí.
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Lucía en la comunidad de Camerún |
El pasado 14 de septiembre hice los votos
religiosos en Quito, la capital de Ecuador, después de haber hecho dos años de
noviciado, la formación para ser misionera comboniana.
Y desde el día 9 de
noviembre estoy en Camerún para estudiar la lengua. “Estoy
muy feliz y, al recordar a Comboni, la primera frase que me viene a la mente es
aquella de ‘si tuviera mil vidas, todas serían para la
Misión'”.
Lucia Fonts Santana
Misionera Comboniana
Felicidades Hermana, Dios bendice tu vida en el camino misionero y fortalece tu corazón en las pruebas del día a día.
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