Acabo de llegar a casa de los misioneros Combonianos. No puedo
aún llegar a mi casa porque la carretera no es segura. Tengo que esperar hasta
mañana. ¡Han sido días muy intensos
y bonitos!... Pero ayer arriesgamos mucho.
Primero nos encontramos a los Mai-Mai, que son rebeldes de
la zona. Nos querían parar para pedirnos dinero… no sé ni cómo salimos adelante
porque se enfadaron muchísimo con nosotros… pero realmente no podemos darles
dinero sabiendo que es para beber y que luego harán desastres con la gente.
Después hemos pasado un puente de modo milagroso.
Seguramente había en ese momento mucha gente rezando por nosotros. ¡Madre mía,
que peligroso!, podíamos haber caído en el agua… era alto, muy estrecho, hecho
con algunas maderas y además no estaba derecho… pero no había en ese lugar otro
camino.
Llegamos bien a la misión, gracias a Dios, hacia mediodía. Habíamos
salido de casa a las 8 de la mañana. Pero como teníamos que ir a una capilla
apenas nos paramos allí. Realmente tuvimos que parar en la parroquia porque el
párroco quiso comprobar antes que la situación en la zona era tranquila, que no
habríamos tenido problemas. Por la tarde nos obligó a regresar desde la capilla
a la misión por cuestiones de seguridad, porque muy a menudo los rebeldes
merodean por la zona.
La carretera en conjunto no fue demasiado penosa. Llegamos a
la capilla… hemos encontrado los jóvenes, las mujeres… había una gran
actividad. Pero al terminar tuvimos que regresar a la misión por seguridad.
El párroco me ofreció una habitación… ¡con ratones incluidos!
No pude pegar ojo en toda la noche por el ruido que hacían. Al inicio pensé que
eran cucarachas u otros bichos, pero luego me di cuenta de que mis vecinos eran
ratones… Por la mañana hemos vuelto a salir hacia la capilla, donde tuvimos una
Eucarística con tanta gente. La gente tiene sed de Dios y sed de paz.
Preparamos a los niños para la fiesta de la Epifanía, con
estrellas hechas por ellos… todos estaban vestidos del mismo modo… Ha sido
realmente bonito y conmovedor. La Misa duró hasta las 2h de la tarde. Aquí sabemos
que las Misas son así, largas… pero las disfrutamos.
Las personas de esta misión no habían visto nunca con
anterioridad a una mujer que no fuese negra como ellos. No dejaban de mirarme…
Al terminar, después de habernos echado algo a la boca,
hemos retomado el camino de vuelta, pero esta vez hemos cogido otro camino. No queríamos
volver a ver el puente aquel ni en pintura. Hemos llegado a casa de los Combonianos
todos bien, gracias a Dios.
Hakima Hanna Sefein
Misionera Comboniana
de Egipto en R.D.C.
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