Hay esperanza, el desierto florece


Cada sábado dos misioneras Combonianas vamos a visitar algunas aldeas beduinas. Y cada quince días se nos unen algunas chicas. Atravesamos contentas ese camino viejo que va de Jerusalén a Jericó, por el desierto de Judea. Hay cuatro aldeas beduinas que esperan.

El otro día me tocó ir sola por diversas razones. ¿No te da miedo andar tu sola? Me preguntaron las mujeres Y sí, lo pensé. Andar sola, cruzando esos caminos del desierto. ¡Uy!, me estremecí. De hecho, pasé por un camino antiguo, que según la tradición fue el mismo que cruzó el hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones. Pensé que en aquella historia que cuenta Jesús en el evangelio hubo ladrones, pero también hubo un buen Samaritano.

Precisamente en ese mismo camino, hace unos meses, nos siguió una patrulla de soldados. Nos dimos cuenta que era a nosotras a quienes seguían cuando la hermana que conducía se desvió del camino y ellos también lo hicieron. Luego se detuvo y nos preguntaron que a dónde íbamos. Les dijimos que con los beduinos y a lo que vamos y nos dejaron continuar. Pero al siguiente día el camino a esa aldea fue bloqueado. Gracias a Dios ya lo abrieron de nuevo porque causó muchos inconvenientes y temor a los beduinos que viven en ella.

Los niños hacen fiesta cuando nos ven. ¿When Lulú, when al-banat? ¿Dónde está Lulu? ¿Dónde están las chicas? Preguntan los niños al verme llegar sola. Lulú y las chicas se encargan de los niños, organizan juegos y les enseñan inglés, mientras yo me reúno con las mujeres. En dos aldeas doy clase de inglés a las mujeres y a las jóvenes y en otras dos ofrecemos cursos de bordado. Las mamás nos dicen que los sábados los niños se levantan temprano para esperarnos. Y es cierto. En cuanto oyen el ruido del coche salen corriendo a encontramos. Parece increíble, pero cada día aparecen más. En unas aldeas nos saludan besándonos la mano y poniéndola sobre su frente.

Este sábado jugamos con ellas a la lotería, ellas junto con sus hijos. Era la primera vez que participan en el juego. Rieron, disfrutaron, ganaron… se divirtieron un mundo. Parecían niñas. Y yo me gozaba de verlas contentas, sonrientes, dejando a un lado, al menos por un rato, preocupaciones y temores.

Cuando ya me iba y las saludé: “Aquí nos vemos la próxima semana, in shah Allah (si Dios quiere)”, la alegría se dibujó en sus rostros. Son tiempos difíciles, la guerra es real. Pero ahí hay niños que se alegran, juegan, mujeres que aprenden, despliegan creatividad y generan ingresos para la familia. Eso me dice que hay esperanza y que el desierto ya florece.

Hna. Cecilia Sierra
Misionera Comboniana desde Palestina



Comentarios

  1. Cecy belissimo testemunio! Gracias...

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  2. Muy bonito ver estos artículos y videos. Que Dios proteja a todas las Misioneras Combonianas

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  3. Siempre trabajando para el Señor y con el Señor, que el os ayude y os de fuerzas para llevar a cabo la misión

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