DICIEMBRE: MES DE ALEGRIA, FIESTA Y REGALOS

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Heme aquí en mi segunda Navidad en Perú, un periodo corto, pero a mí me parece estar aquí de toda la vida. Aquí todo es diverso empezando por el clima (aquí ahora es verano), pero el espíritu Navideño se vive desde que empieza el mes de diciembre con fiestas, chocolatadas, panteón…
Estoy contenta de estar aquí en medio a esta gente sencilla y buena donde Dios continúa su encarnación. Nuestra comunidad está situada en la periferia de Lima, al sur de la ciudad, una zona de cerros y arena, que pertenece a la Diócesis de Lurín, creada hace 21 años.
La gente llegó a estos lugares invadiendo el terreno en los años ’80, cuando arreció la crisis económica en el País y el terrorismo de Sendero Luminoso empezó a crear muerte y destrucción sobre todo en la zona Andina. Desde entonces la gente continúa llegando buscando mejores condiciones de vida y de estudio para sus hijos.
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La zona donde estamos nosotras, Pamplona Alta, empezó a ocuparse en el año 2000, al principio como criadero de chanchos (cerdos), casas de estera o cartón prensado etc. Hoy la situación ha cambiado y mejorado bastante. Muchas casas ahora son de ladrillo y cemento y tantos jóvenes frecuentan la universidad. La esperanza y el deseo de mejorar hace que la gente se empeñe con faenas (trabajos comunes) para obtener lo que necesitan: agua, luz, carreteras (a muchos les falta aún todo esto). Como las casas están encaramadas en las laderas de los cerros, para llegar a ellas construyen centenares de escaleras por las que  la gente tiene que subir cargada con lo que necesita diariamente. Es una vida dura y sacrificada, pero la gente se esfuerza y  trabaja con la esperanza de cambiar la cara a este lugar y la situación de sus familias.
Para responder a las necesidades urgentes, las parroquias crearon escuelas, centros médicos y sociales; hoy el gobierno también está respondiendo a estas necesidades sociales.
No obstante todos los esfuerzos, hay muchos episodios de violencia, pero esto no es fruto de la pobreza sino de la desigualdad y de la exclusión y ¡aquí hay tanta!. La misma zona es ya una exclusión, los muros que la circundan no son ideológicos y sociales, sino de ladrillo. Entre esta extensión de terreno y la de al lado (Casuarinas) hay un muro que separa riqueza y pobreza; opulencia y miseria; bienestar e indigencia. El epulón y Lázaro aquí son realidades cotidianas. Este muro ha dado la vuelta en las redes sociales y para nosotras es causa de indignación. ¿Es posible que mientras unos gozan de agua abundante para sus jardines y piscinas, otros se tengan que conformar con “el aguatero” (camión que cada día lleva el agua medida y a precio de oro a estos lugares)? ¿ Es justo que mientras unos viven en verdaderas mansiones, otros vivan en casuchas de estera de pocos metros donde albergan 5-6 o más personas…?
Aquí se entiende mejor el misterio de LA Navidad. Dios se encarna y nace en esta realidad pobre y marginada como aquella de Belén. Dios apuesta por esta gente, excluida como los pastores pero, también como ellos, los primeros a los que Dios revela su gloria y anuncia la Buena Nueva del Salvador. Así es esta gente: pobre, sencilla y con tanta fe. En este tiempo que hacemos la novena de Navidad en las familias comprobamos todo esto, mucho sufrimiento, pero tanta fe.
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Aquí los niños gozan de lo poco que tienen: con un balón pinchado juegan, ríen y se divierten, con patines, a veces sin ruedas suben y bajan las calles de tierra llenas de hoyos y piedras como si fuera una pista asfaltada. La alegría es completa en este tiempo en que los “bienhechores” (gente acomodada) ofrecen las chocolatadas (un vaso de chocolate y panteón), junto con un regalo. Las calles están en fiesta; al menos por unos cuantos días todos los niños tienen un juguete en las manos, es bonito. Pero luego, estos días pasan y se vuelve a la realidad; transcurrido este periodo todos se olvidan de estos niños que dentro de dos meses empiezan la escuela y no tienen lo necesario: libros, cuadernos, bolígrafos… Muchos no superan el año porque están mal alimentados (hay muchas desnutrición infantil), los que se enferman no se pueden curar porque las medicinas cuestan un ojo de la cara… Es bonito verlos jugar estos días, ¡que hagan fiesta!, pero creo, que la verdadera Navidad sería que a estos niños no faltara lo necesario durante todo el año pudiendo crecer sanos y felices.
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En esta realidad, la teología de la liberación es más que actual y Gustavo Gutiérrez con la clarividencia que lo caracteriza nos anima en nuestro trabajo: “La fuerza de la utopía no está tanto en la posibilidad de que esta se realice, sino en la compasión de la que ella nace, y de la indignación por la injusticia”.
La profecía de Isaías nos dice: Alégrese el desierto y la tierra seca; llénese de alegría y florezca,  produzca flores como el lirio. Llénese de gozo y alegría. Dios lo hará bello como el Líbano, fértil como el Carmelo y el valle de Sarón. Todos verán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios.  Fortaleced a los débiles, dad valor a los cansados, decid a los tímidos: “¡Ánimo, no tengáis miedo! ¡Aquí está vuestro Dios para salvaros.( Is. 35, 1-5)
Pues bien tanto la frase de Gustavo Gutiérrez como la profecía de Isaías nos animan a comprometernos cada día junto con esta gente para que la justicia, la igualdad, y la fraternidad pronto sean una realidad y este desierto (no solo físico) florezca. Este es el Reino de Dios, esto es Navidad.
Estoy contenta de estar en este lugar donde junto a las hermanas, acompañamos a esta porción de Pueblo del que aprendemos la sencillez, el compartir y a vivir del necesario. Esto, creo nos acerca a Jesús de Nazaret.
A TODOS OS DESEO ¡UNA FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO!
Un abrazo,  Carmen Martín

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