La vida misionera está hecha de un continuo “Partir” que conlleva sus respectivas emociones. Se suceden idas y venidas sin límites, cuyo motivo es el de responder al mandato de Jesús: “Id por todo el mundo”. Siguiendo este mandato, llegué al Chad por primera vez hace casi 40 años, con un equipaje cargado de juventud, de ganas de comerme el mundo, de toneladas de entusiasmo y… ¿porque no decirlo? con un cierto temor y temblor a afrontar lo desconocido.
Pilar en Bagneux |
Todos estos años mi vida
misionera han sido un continuo ir y venir, y volver de nuevo y es que el
mandato de Jesús es justamente eso: IR,
allá donde se es enviada. A causa de diferentes servicios en
la Congregación, he debido dejar el Chad en distintas ocasiones, pero siempre
ha habido una vuelta.
La última vez que lo dejé hace
casi 7 años, fue con destino a Bagneux, una ciudad a una hora del centro de
Paris, con una población variada por la procedencia, la lengua, la cultura, la
religión, la situación social y toda la larga fila de etc. que queramos
añadirle. Un tiempo rico de relaciones interpersonales donde hemos podido tejer
lianas de amistad y fraternidad que han marcado la vida de todos. Lianas que
siguen vivas y que nos mantienen en comunicación fraterna no obstante haber
terminado esta presencia.
También esta vez, como todas las anteriores,
cuando llega el momento del cambio, saco la misma conclusión: de todo cambio
salgo siempre enriquecida. Creo que esto hace parte del ciento por uno del que
Jesús nos habla en el Evangelio. Ciertamente, Él no se deja ganar en
generosidad. Como decía más arriba detrás de
cada ida, ha habido siempre una vuelta. También esta vez ha sido así.
Con junioras combonianas |
Con pigmeos en R.C.A. |
El 28 de
diciembre volvía a poner los pies en esta amada tierra que considero mi segunda
patria, mejor dicho mi patria de adopción. ¡Qué emoción, “volver a casa”! Porque esto es en realidad lo que siento y
experimento en este momento: la vuelta a
casa. En el aeropuerto de París ya
empiezo en cierto modo a reanudar el contacto, pues la hermana Nunzi, vieja
compañera de ruta, (hemos compartido la misión ya en otras ocasiones) vuelve de
sus vacaciones y el viaje lo hacemos juntas. Una oportunidad para que me ponga
al día de las novedades de estos años.
La noche pasa rápida y como aquí el día empieza temprano, nos disponemos a continuar el viaje a la misión de destino: Bebedjia a más de 500km de distancia. Antes de dejar la capital, lo primero, es hacer los trámites legales de la documentación, una oportunidad para empezar a encontrar gente conocida, la alegría del encuentro. Saludos cálidos y familiares, como si acabáramos de vernos, como si el tiempo no hubiera pasado.
Una vez terminados los tramites, la
tarea siguiente es meternos en camino. Un camino familiar, recorrido montones
de veces en situaciones de lo más variadas. Dejo volar la imaginación a tantas
experiencias vividas en estos viajes… aquí las escenas nuevas se entrecruzan
con las de siempre: más trafico en la carretera, más y mejores autobuses de
viajeros, pero la carretera con largos tramos de respetables agujeros que
obligan a reducir la marcha, las misma escenas de camellos en las cañadas
estirando su cuello para apropiarse de las pocas hojas que quedan en los
escasos arbustos; las mujeres alrededor del pozo llenando pacientemente sus
tinajas de agua; el pequeño mercado en los pueblos … un paisaje archiconocido,
con un cielo límpido, un horizonte abierto salpicado de algunas nuevas escuelas
edificadas en estos años, incipientes Facultades que dan los primeros pasos en
las ciudades más importantes. … Un sol espléndido que a pesar de estar en la
estación fresca, nos regala sus treinta grados a la sombra… ¡todo, con un
encanto particular, sabe a hogar! Finalmente, después de una jornada de viaje,
a la caída de la tarde llegamos a Bébédjia. Un momento de gran alegría para las
hermanas de la comunidad que nos acogen y no menos para las que llegamos.
Quizá os preguntéis pero, ¿qué supone esta vuelta a la misión? Con mucho realismo, creo poder decir que, esta vuelta a la misión es sencillamente la afirmación de que la vocación misionera no es una quimera de juventud o una de tantas experiencias pasajeras, ¡nada de eso! La vocación misionera es la respuesta a una llamada que dura toda la vida y que hunde sus raíces en: “Id por todo el mundo”. Sin duda que la vocación es vivida en las diferentes etapas de la vida, de manera diferente. Por eso si doy una mirada a mi equipaje de hoy, compruebo claramente las diferencias con el de antaño. Después de cuarenta años sin duda hay un ¡“poco menos de juventud”! ¿Lo de comerse el mundo? la experiencia me ha enseñado que el mundo no hay que comerlo, hay que acogerlo, amarlo, adaptar el paso a los diferentes ritmos, y si algo se puede cambiar, pues hacerlo sencillamente, pero sin la pretensión de ser la “salvadora”.
Quizá os preguntéis pero, ¿qué supone esta vuelta a la misión? Con mucho realismo, creo poder decir que, esta vuelta a la misión es sencillamente la afirmación de que la vocación misionera no es una quimera de juventud o una de tantas experiencias pasajeras, ¡nada de eso! La vocación misionera es la respuesta a una llamada que dura toda la vida y que hunde sus raíces en: “Id por todo el mundo”. Sin duda que la vocación es vivida en las diferentes etapas de la vida, de manera diferente. Por eso si doy una mirada a mi equipaje de hoy, compruebo claramente las diferencias con el de antaño. Después de cuarenta años sin duda hay un ¡“poco menos de juventud”! ¿Lo de comerse el mundo? la experiencia me ha enseñado que el mundo no hay que comerlo, hay que acogerlo, amarlo, adaptar el paso a los diferentes ritmos, y si algo se puede cambiar, pues hacerlo sencillamente, pero sin la pretensión de ser la “salvadora”.
Con ese mismo realismo descubro
que en lo que ciertamente no ha habido cambio es en la dosis de entusiasmo
misionero y en el deseo de seguir caminando con este pueblo. Ciertamente de
otro modo, pero siempre con la certeza de que el mandato de Jesús: “Id y anunciad” sigue siendo actual.
Espero con la gracia de Dios,
poder ser testigo de la experiencia del amor de Dios que es dado a todos.
Seguir caminado al lado de las personas que Él, me va haciendo encontrar a lo
largo del camino, con menos juventud,
pero con el deseo de aportar mi granito de arena al servicio de este pueblo y
de esta iglesia -que siento míos- hasta cuándo
y cómo Él quiera. Compruebo que en mi equipaje, lo
que ha sufrido un cambio radical es el modo de afrontar lo desconocido: temor y temblor se han transformado en
la alegría de “volver a casa” y esto es una notable diferencia que no se
improvisa, ni surge por azar. Es sin duda el resultado de la vida compartida
mientras se recorre juntos el camino. Es esta experiencia la que nos hace
sentir en familia, y en la familia de Dios, no hay "ni extranjeros ni forasteros", (Cfr. Ef 2, 19). Hay hermanas y hermanos.
Cuento con la oración de todos por este pueblo que me acoge nuevamente y por mí, para que juntos podamos seguir caminando siempre atentos a hacer lo que "Él nos diga".
Hermana María del Pilar Justo
Desde Chad (África)
Gracias Hermana Pilar, que testimonio mas bonito, que Dios la siga acompañando en su nueva andadura por Chad, que nunca se canse de hacer el bien, que las gentes de aquella tierra comprendan el esfuerzo que ustedes, las misioneras hacen dejándolo todo y que la Virgen María, nuestra Madre vele por ustedes.
ResponderEliminarQue bonito testimonio, gracias Hna. Pilar
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