Ahora que me marcho a mi nueva misión en Lomé (Togo) siento una
gran ilusión y una gran alegría. Me parece que es imposible que haya cumplido
70 años y que esté a punto de empezar una nueva aventura desde cero, en un país
nuevo, en un lugar desconocido… Pero al mismo tiempo esta incógnita y este desafío
me renuevan, me dan ilusión y me hacen vibrar pensando que en el mañana puedo
aún dar algo a los que tienen menos que yo.
Yo he trabajado toda mi vida en Chad, y soñaba con regresar
allí, estaría mintiendo si dijese lo contrario. En el Chad me sentía como un
pez en el agua, conocía el ambiente, el trabajo, las personas. Tengo muy buenas
amistades allí. Ciertamente en el Chad la misión era muy dura. Siempre trabajé
en el campo sanitario y sabemos que allí eso significa trabajar las 24 horas
del día y muy a menudo con urgencias.
Ahora este cambio supone un empezar de nuevo, un cambio
radical en todo: ambiente, gente, cultura, amistades, pero esto, que para
algunos sería un freno, no le quita valor a la ilusión que tengo por dentro.
Creo que esto me permitirá hacer una misión diferente, serena, nueva, un poco
más sosegada. A una cierta edad ya no se puede correr tanto ni realizar tantas
urgencias como antes, hay que moderar un poco. Tengo ganas de vivir la misión en
un modo más tranquilo, sosegado, que sea un compartir con la gente. Más que hacer será un estar, un ser… ser
alguien con ellos, una más, caminar y recorrer
un camino juntos. Compartir lo que se,
lo que he recibido y ponerlo al servicio de ellos si lo necesitan. Y si no lo
necesitan pues simplemente acompañar, estar con ellos.
En los años vividos en España he trabajado con las hermanas
mayores y ha sido un trabajo grande. Cuando yo llegué había tres personas que
necesitaban asistencia y en este momento son casi una docena. Yo creo que las
hermanas me han querido mucho y yo las he querido tanto o más aún. Y lo que
puedo decir es que no me he reservado en nada. Eso sí, he hecho todo lo que yo
he sabido para que la realidad de cada una mejorara lo más rápidamente posible
buscando que la situación fuera lo más confortable para ella según el estado en
que estaba y en el momento en que estaba. Veo que al final el balance de mi
servicio ha sido muy positivo y me siento feliz de haber podido ayudar a las hermanas.
No me arrepiento en absoluto de haber dedicado unos años al servicio de las
hermanas que han dado la vida por la misión, aunque reconozco que la espera
para regresar a la misión se hizo realmente un poco larga. ¡Ya no veía el
momento de regresar!
A aquellos que me decían “pero bueno, ahora a los 70 años
vas a empezar otra cosa” les he dicho que lo más importante es no sentirse
viejos, no pensar que a los 70 años una ya está acabada. Me siento mayor, soy
consciente de ello… lo soy. Pero el Señor no mira la edad, sino que mira el
corazón, la ilusión, las ganas de seguirle… y en eso, en ilusión, en fuerza, en
entusiasmo me siento como si fuera la primera vez que me voy a la misión, la
primera vez que le digo SI al Señor.
Magdalena Ribas Perelló
Misionera Comboniana
Excelente reflexion y gracias desde el corazon a Magdalena por sus años de servicio en España sin escatimar su tiempo a servicio de las hnas.
ResponderEliminarFELIZ MISION MAGDALENA.
Bravo! Que Dios me deé tu ilusión si llego a los 70.
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