En mi
trabajo en la prisión de Makala en Kinshasa, (RDC) encuentro siempre el momento
de testimoniar el amor de Dios entre esta parte de la humanidad que sufre en
sus corazones, en sus espíritus y en sus cuerpos, y ofrezco mis servicios para
paliar las necesidades que surgen, sobre todo cuando se trata de rezar con
ellos, participando en la liturgia, etc.
También otro
trabajo importante es seguir adelante con la comisión Justicia y Paz, que es la
que hace el servicio de seguir la Documentación judicial para aquellos a
quienes la justicia ha olvidado o que no tienen los medios para pagar a ningún
abogado.
En este año
2018 han sido liberados 192 detenidos, de los cuales habíamos ayudado
económicamente a 82 a través de la capellanía católica. Aquí también hay que decir que he tenido que
intervenir en muchos casos a nivel de comida y de cuidados de salud en casos de
extrema necesidad. Eran personas que no recibían ninguna visita y yo les
compraba los medicamentos.
A veces no
todo ocurre de modo positivo. En Montgafula, las hermanas combonianas tenemos
un centro que acoge a las mujeres que salen de la cárcel para ayudarlas en su
camino de recuperación y de readaptación a la vida. Conocí a dos chicas en la
cárcel que querían, cuando saliesen de allí, ir a nuestro centro. Durante mucho
tiempo las seguí, pero al momento de salir de la cárcel una no quiso saber nada
del centro y terminó en la calle.
Con la
otra tuve que moverme muchísimo para que apareciera su documentación que no se
sabía dónde la habían puesto… finalmente la documentación llegó al tribunal y
la chica quedó liberada. Al inicio estuvo un tiempo con nosotras en Montgafula
y parecía que todo iba bien. La pusimos en contacto con su familia, fue a
visitarlos y se la veía contenta, pero al momento de regresar a nuestra casa se
echó atrás y se dedicó también a la calle.
Anna
Brunelli (Misionera Comboniana)


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