UNA VIDA MISIONERA SIN RUIDOS



En octubre 2018 Carmen regresaba de nuevo a Kinshasa, la capital del Congo, llena de ilusión. Era consciente de que ya no era joven y quería terminar sus días en aquellas tierras.
Era de Mota del Cuervo, en la provincia de Cuenca, y había hecho su consagración a Dios para la misión con las Misioneras Combonianas en 1970. Desde ese momento su vida fue servicio, y además un servicio callado. Todas la queríamos por su delicadeza en el trato, por su humildad, por su caridad, su servicio… Todas en el Congo nos quedamos como “huérfanas”. Se nos ha ido una “mamá” como dicen por allí, pero también se nos ha ido una hermana muy querida.
En el año 1975 llegó por la primera vez al Zaire (actual República Democrática del Congo). Le tocó vivir situaciones difíciles de inestabilidad, de guerra, de tener que refugiarse en la selva con otras hermanas para salvar la vida… ¡Eran años muy duros! Su vida transcurrió prácticamente en el Congo con breves períodos de tiempo tanto en Italia, como en España y Togo. En 1994 regresó definitivamente al Congo de donde “salía” únicamente cuando regresaba de vacaciones a España para saludar a su familia.

Estaba contando los meses para celebrar con sus hermanas y con el pueblo congolés sus 50 años de vida religiosa. Los habría celebrado en Mayo de 2020.
Era muy activa y siempre en movimiento para los demás. Era muy difícil hacerla parar… siempre dispuesta para servir. Carmen iba a visitar a los enfermos. Tanto ellos como los pobres tuvieron siempre un lugar preponderante en su gran corazón.
Durante muchos años trabajó también en la casa de formación, y de hecho ella siempre rezó por las vocaciones. Quería profundamente a las jóvenes. Sin olvidar, por supuesto a los niños… Un día una chica le preguntó: "Hermana ¿qué secreto tiene para trabajar tanto y no cansarse nunca?", y ella le respondió: "Es que cuando uno se consagra a Dios, se consagra totalmente"... Esa era Carmen, en el cansancio, en tiempos de bonanza... su fuerza era Dios.
Esta mañana de domingo Carmen se nos ha ido después de mucho luchar por la vida. La vida en el Congo no es fácil y ella asumía día a día los riesgos de estar allí porque sabía que su vida estaba en manos de Dios y en Él confiaba.
Toda una vida misionera vivida en la discreción más absoluta, que nos deja un testimonio de vida y de fe apabullante.

Pequeño album de fotografías
 
  


 

Mª del Prado Fernández Martín
Misionera Comboniana



Comentarios

  1. Con personas así deberíamos tener la suerte de convivir

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    1. Nos unimos a vuestra pena por su pérdida.
      Bendita sea.
      Familia Gilaberte Ferrús

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  2. Para toda mi Familia Combiniana un abrazo grande y me uno a ustedes por la pérdida de una mujer misionera trabajadora ejemplar. Pero estoy segura de que formará parte del coro celestial y el Padre Bueno la estara abrazando por una eternidad. Amen

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  3. "Una vida misionera sin ruidos." No podría definirse mejor a Carmen: entregada por completo a Dios y a los demás desde el silencio y la humildad. Damos gracias a Dios por haber formado parte de su familia. Carmen ha sido feliz en el Congo, como demuestran las fotos de arriba (con esa sonrisa y esa luz) y era allí donde tenía que irse. Gracias Mª del Prado por tus palabras en su honor y gracias a todas las hermanas que han cuidado tanto de ella, especialmente en sus últimos días.

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  4. Ahora ella ya disfruta en la presencia de Dios. Amén

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