GRATIS HABÉIS RECIBIDO, DADLO GRATIS


Monica Luparello nació y creció en Palermo (Italia). Después de Licenciarse en Medicina y Cirugía entró en la Congregación de las Misioneras Combonianas.


Seguramente la profesión que había elegido era ya en sí misma un modo de ayudar a los demás, la consagración religiosa no era necesaria. Pero la vocación es un don, ¡recibido… sin haberlo solicitado! Mi “elección” fue por tanto una respuesta a la invitación a ser, antes que a hacer, a pertenecer y a ser ofrecida, antes que a ejercitarse en una profesión. Ser médico fue entonces el medio a través del cual pude vivir esta pertenencia y este don. Creo que para mis padres fue muy doloroso, en parte porque comprensiblemente, no era eso exactamente lo que habían deseado para mí, y también porque esta elección suponía un alejamiento geográfico, con todas sus consecuencias. 

Dejé Palermo en 1992 para iniciar la formación religiosa y desde entonces solo regreso para las vacaciones.


Realicé mis primeros votos en 1995 y enseguida me marché a Suiza para estudiar francés y esperar allí el visado para el Chad. En este país he trabajado durante tres años, trabajando en un hospital que estaba bajo la responsabilidad de las Misioneras Combonianas. Más tarde me cambiaron a Mozambique, ex colonia portuguesa, con un período intermedio en Bélgica para estudiar Medicina Tropical. En estos 25 años de vida misionera, me he estado moviendo entre estos dos países, Chad y Mozambique, “yendo y viniendo”, por resumirlo de algún modo.


Tengo aún muy vivo el primer impacto con África… el calor sofocante al llegar al aeropuerto de N’Djamena, la capital… Parecía que desde la pista surgiese el fuego. Y luego los mosquitos durante la noche. Estaba como aturdida y me preguntaba si sería capaz de vivir allí. Pero realmente las primeras impresiones están impregnadas de alegría por haber llegado y de tristeza ante la situación sanitaria que encontré en ese momento, sobre todo fuera de los grandes centros urbanos. 
También recuerdo una sensación de gratitud por no estar sola. Hermanas “más expertas” en la vida misionera me acogieron y me introdujeron con sus explicaciones y con su ejemplo de vida.

He intentado vivir la profesión médica como un modo de evangelización. Quizás, respecto a otros colegas que trabajan con otras motivaciones, en algunos momentos la consagración religiosa te ayuda a ser fiel, a compartir hasta el fondo con la gente las situaciones más difíciles que surgen. Te ayuda a intentar asumir y vivir un estilo de vida más sencillo, seguramente muy distinto al estándar que la profesión médica te ofrece en general, y por ello un estilo de vida mucho más cercano a las personas.



Me pidieron también que trabajase como profesora en la Universidad Católica de Mozambique, en Beira, la segunda ciudad del país, en la “Facultad de Ciencias de la Salud”. Aquí también durante un tiempo he llevado algunos aspectos de la dirección.



¡Me han gustado tantas cosas… y tantas otras que he aprendido! Podría resumirlo diciendo que aprendí a decir “Buenos días”, a dar las “Gracias”, y me han educado para la colaboración, para caminar y progresar juntos. El personal con el que he trabajado en el hospital me ha ayudado a decir “Buenos días” antes de cualquier otra actividad o cualquier otro discurso, incluso ante una urgencia. Yo estaba lista para intervenir rápidamente, para corregir una actitud, o una terapia incorrecta… pero cualquier cosa que yo dijese, la respuesta era siempre la misma “Buenos días, hermana”, y después podíamos afrontar todo lo que nos viniera. Después de un par de veces, entendí la lección y ya también iniciaba así. ¡Siempre hay tiempo para ser amables, para tratarnos como personas!



Y respecto al “Gracias”, recuerdo un momento particular, después de un parto difícil, durante la noche. La abuela de aquella jovencísima mamá, cuando ya todo había pasado y mientras yo estaba aún dando algunos puntos de sutura, se quitó parte de su ropa y se puso a bailar ante mi expresión atónita. ¡Una abuela que baila en la noche, en una maternidad! La hermana que estaba conmigo me explicó que aquello era el modo que tenía la mujer para darme las gracias por la ayuda que les había ofrecido. Ella daba las gracias con todo su ser, con su corazón y con su cuerpo. En el fondo somos una unidad indivisible y todo en nosotros experimenta las alegrías, las emociones, los dolores de nuestra vida…. Las personas con las que he vivido en África son capaces de dar las gracias y me han enseñado a hacerlo, porque nada de lo que somos o tenemos lo merecemos. ¡Todo es un regalo!

Respecto a las dificultades, a parte del clima, una gran dificultad ha sido la diferencia de cultura, de prioridades. He debido “reiniciar” mi mente, mi modo de reflexionar y de leer la realidad… He tenido que aprender a conocer, a entender y a apreciar las personas con las que vivo y trabajo, a dejarme enriquecer por su modo de ser, tan diverso al mío. Y también he tenido que aprender a conocer al Señor de otro modo. Para ello he necesitado tiempo y también lágrimas y paciencia.



Y también sin duda alguna otra gran dificultad ha sido la malaria…



Otro desafío grande fue el cambio desde el trabajo en un hospital hacia la enseñanza en la universidad. Otra nueva ocasión para “reiniciar” y para conocer un país, en el que ya había trabajado con anterioridad desde otro punto de vista y en otra realidad geográfica distinta. Por primera vez me sucedía que era misionera en una ciudad grande… y como yo tenía mis raíces ciudadanas me acostumbré enseguida a otro estilo de vida mucho más parecido al que encuentro cuando regreso de vacaciones a Italia. 

No tenía un hospital con todas sus exigencias, sino que tenía delante a jóvenes sedientos de saber y con los cuales he tenido la gran alegría de compartir aquello que yo antes había aprendido, en los libros… y en el trabajo. En los 10 años que realicé este trabajo creo que pude “repasar” todo el curso de medicina. Tuve también la gracia de ver a tantos estudiantes llegar a Licenciarse y más tarde ¡la alegría de colaborar conmigo en la formación de sus colegas más jóvenes!



Una frase para resumir todo esto sería"Gratis habéis recibido, dadlo gratis". El Señor utiliza continuamente misericordia conmigo y me pide que haga lo mismo, promoviendo la vida y el bien y preparando así el camino para un encuentro: aquel entre Él y aquellos que Él ama.
 Monica Luparello

Misionera Comboniana


Comentarios

  1. Solo Dios saca de lo pequeño cosas grandes. Gran testimonio. Dios le bendiga hermana Monica

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