LA MISIÓN MI GRAN DESAFÍO

 

Me llamo Rozineide Lima do Nascimento y soy natural de la ciudad de Pamaiba, en la zona de Piauí al Noroeste de Brasil. Cuando era joven mi sueño era el de casarme y de tener muchos niños. Quería superar a mi madre que había tenido 13 hijos. ¡Yo quería 14! 

Cuando tenía 16 años recibí el sacramento de la confirmación y cuando el obispo me dijo “La paz esté contigo” era como si el mismo Cristo me hubiera dicho “¡Ve, yo te envío!”. Me parecía que este envío de Jesús significaba para mí salir hacia la misión, lejos de mi país, pero no tenía nada claro. Esa fue la primera vez que sentí la llamada de Dios y no sabía lo que era.

Un día hablé con el padre Fabio Bertagnolli, misionero comboniano. Fue él quien me orientó y me hizo encontrar las misioneras combonianas que trabajaban al sur de Brasil. Desde mi casa hasta donde ellas vivían suponía ¡cuatro días de viaje con sus respectivas tres noches en autobús! El padre Fabio me puso en contacto con ellas y así las conocí. Fue en 1991 cuando me decidí y fui a Curitiba para entrar con las misioneras combonianas.

Hice la formación con ellas y me destinaron a Inglaterra, donde tuve que aprender el inglés. Iba a clase y luego estaba con los sin techo. ¡Fue una experiencia inolvidable! ¡Nunca habría imaginado que en un país europeo se viviesen ese tipo de situaciones!

Cuando dejé Brasil por la primera vez recuerdo que me sentía como un árbol, que después de haber crecido durante años en una tierra, lo arrancan para trasplantarlo en otro terreo. Pero nadie me obligó a ello, era una opción mía, libre y sabía que en el centro de esta opción estaba Dios. Pero fue muy duro para mí.

De Londres viajé a Zambia para trabajar en la pastoral. Estuve solamente tres años, eso es poco tiempo, porque con los cambios mi salud se resintió y me enfermé. Pero nunca olvidaré la primera Misa de una Vigilia de Pascua en 1998 en la que bautizaron a más de 100 adultos. En el momento del bautismo me parecía que el techo de la Iglesia podía caer de un momento a otro por todos aquellos gritos de alegría de aquellas personas por causa de los nuevos bautizados… ¡Fue emocionante al máximo!

Cuando recuperé mi salud me enviaron a otro país desconocido: Mozambique. Aquí viví doce años en varias misiones. También aquí he vivido experiencias muy significativas del cariño de la gente y que han marcado mi vida misionera.

Pero la vida sigue y de Mozambique pasé a la Amazonia brasileña, donde con la ayuda de Dios, he intentado dar lo mejor de mí misma con aquel pueblo tan amable. No era el Brasil que yo conocía, a pesar de ser mi país. Tuve que aprender y adaptarme… pero cuando me marché de allí sentí un gran dolor por dejar aquellas personas. Es el dolor que todo misionero experimenta cuando debe dejar una misión… somos personas y lo vivimos así.

Actualmente me encuentro en Lisboa, en Portugal. Aquí me han confiado el trabajo de animación misionera, es decir, ir a parroquias, colegios, grupos… para hablar de la misión de la Iglesia. Es una buena ocasión para hablar de mi experiencia misionera. 
 
Son muchos los desafíos que me ha tocado vivir, pero el más grande ha sido el de dejar mi familia, mi país, mis amigos y aquello con lo que yo soñaba en Brasil todo aquello fue realmente difícil para mí. También me fue difícil aprender nuevas lenguas y costumbres… era como volver a ser un niño… aquello era tan duro para mí que en alguna ocasión pensé en tirar la toalla. Y también ha sido un desafío para mí dejar las amistades hechas allí por donde he ido pasando, porque se crean lazos de amistad fuertes… ¡Realmente la vida misionera es un desafío constante! 
 
Estoy muy agradecida a Dios, a mi familia, a mis amigos, a la Congregación, a los sacerdotes amigos y a tantas personas que han ido caminando conmigo durante estos 25 años llenos de bendiciones. Creo que puedo decir como San Juan (Jn 21, 25) “si tuviera que contar todo aquello que he vivido en estos años, me sería imposible resumirlo en pocas páginas”
 
 
 
Rozineide Lima do Nascimento

Misionera Comboniana

 

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